Les compartimos la columna publicada el sábado 26 de febrero en El Mercurio de Valparaíso, donde el profesor Luis Álvarez, académico ex director del Instituto de Geografía @PUCV y parte del Comité de Expertos de Saneamiento del proyecto Las Salinas.
A continuación transcribimos el texto completo:
Con preocupación leí el pasado 23 de febrero el artículo “Las Salinas: ¿un problema científico?” escrito por Pablo Roncagliolo, vecino de Viña del Mar, que expone una serie de legítimas interrogantes, pero con respuestas completamente absurdas y carentes de sustento. Con dicho artículo solo se busca menospreciar el intenso y riguroso trabajo que hemos liderado los científicos de la Región de Valparaíso. De hecho, resulta irrisorio comparar el proceso de biorremediación, para sanear un pasivo ambiental, con actividades económicas como salmoneras o forestales.
Una de las preguntas que se realiza es cuál es el saneamiento más seguro para el sector de Las Salinas y el que genere las menores externalidades negativas para la ciudad. La decisión de recomendar la biorremediación, un proceso que ya ocurre naturalmente en el sitio, pero de forma lenta y asimétrica, no es antojadiza. Durante años se estudiaron otras alternativas mencionadas por el preocupado vecino, como la termorremediación o la fitorremediación, las que fueron descartadas no solo por su incapacidad de sanear el terreno, sino porque generan externalidades mucho más severas que la biorremediación.
Por otra parte, existe un alto nivel de desconocimiento del terreno: muchas veces, los opositores al proceso de biorremediación hablan de “tierra”, pero para buena aplicación de los conceptos lo que tenemos genéricamente es un “suelo” y, en Las Salinas, este es de tipo mineral. Son más bien “arenas” de origen holoceno, en donde el componente principal son sedimentos de cuarzo. Por eso no es correcto hablar de “tierra”, porque se asocia al suelo orgánico, caso que en Las Salinas es escaso.
La explicación anterior es sumamente importante porque las arenas, como en el caso del terreno que nos convoca, tienen un material particulado mínimo que puede quedar en suspensión. Es decir, en rigor el movimiento de arena no levanta “polvaredas” sustantivas, porque su origen, su granulometría y densidad las hace de un comportamiento diferente al imaginario que se empeñan en desarrollar los opositores al proyecto.
Respecto de la remediación, es un proceso cuyas actividades y procesos ocurrirán exclusivamente al interior del terreno. En el caso del traslado de residuos peligrosos (respel) a un relleno de seguridad, es necesario destacar que esas 9 mil toneladas es el peor escenario. Efectivamente implicaría la salida de camiones desde el terreno, pero estos trasladarían tambores sellados, tal y como se hizo en el primer proceso de saneamiento, entre 2009 y 2012, en donde la cantidad de material contaminado fue claramente mayor. Por otra parte, siguiendo en el peor escenario, el respel sería trasladado de forma paulatina, por lo que es una burda caricatura la que ahora se intenta presentar de que habrá cientos de camiones esparciendo material peligroso por la ciudad. Esto nunca ha sido así ni tampoco lo será en un futuro.
El señor Roncagliolo, además, se atreve a sembrar la duda de que el proyecto de biorremediación sería una de las mayores faenas industriales en Viña del Mar desde 1915, lo que es, derechamente, faltar a la verdad. Acaso no se recuerda el proyecto de Soterramiento del Ferrocarril desde Caleta Abarca a Chorrillos (5 kilómetros), con secciones de remoción de hasta 12 metros en promedio de profundidad, pasando por pasivos ambientales de la CRAV, cuatro humedales, ductos de agua, gas, vertederos y un sinnúmero de cauces portando aguas servidas. En esa oportunidad se removieron más de 200 hectáreas de suelo, con diversidad de contaminantes en la zona más industrializada de Viña del Mar.
Y para qué recordar el “Colector de saneamiento del Gran Valparaíso”, que tuvo a la ciudad traumatizada durante 5 años, abriendo y soterrando grandes extensiones de terreno de suelo contaminado por el mismo sistema primitivo de evacuación de aguas servidas urbanas y sobre todo industriales. Entonces, ¿de verdad este saneamiento, que implica un trabajo secuencial en un terreno de 16 hectáreas, sería la mayor faena industrial en Viña del Mar?
Finalmente, este sitio efectivamente es el último suelo disponible en la ciudad para generar un salto cualitativo en renovación urbana, y para ello hay que resolver de la mejor forma el pasivo ambiental.
El proyecto urbano será integral y también estará la vivienda, dentro de un parque, no solo el arbolado que genera el “respiro” o aire que señalan los detractores. Abogamos por relevar el “pulmón azul”, la verdadera área verde, el mar, que es la mitad del área verde del planeta: es el que regula las temperaturas del verano, de donde sacamos las brisas y viento permanente en una ciudad costera, que hace una ciudad habitable. Porque no tenemos heladas o inviernos fríos, ni tampoco contaminación atmosférica.
El mar es nuestra gran área verde, dejemos de pensar mediterráneamente como santiaguinos, somos ciudad costera, reconozcamos ese valor.
Luis Álvarez Aránguiz
Profesor Historia y Geografía
Magíster en Urbanismo de la Universidad de Chile
Académico PUCV
Integrante del Comité de Expertos de Saneamiento para Las Salinas