Es un hecho que existe una creciente conciencia sobre la necesidad de avanzar hacia el desarrollo urbano sustentable y esto ha hecho surgir con mayor frecuencia proyectos de distintos tipos que quieren ajustarse a este modelo. Se trata de iniciativas destacables por su visión y probablemente sus resultados hayan sido un ejemplo para otros que también quieren subirse al carro de la sustentabilidad. ¿Pero, qué garantiza que las soluciones que se están desarrollando sean verdaderamente sustentantes?
En el caso de proyectos inmobiliarios o de construcción en general, uno de los puntos más comunes a manejar para lograr la “sustentabilidad” es la eficiencia energética. Esta variable no sólo es atractiva por el amplio margen de mejora que se puede obtener, sino que también por ser 100% medible. Esto genera, especialmente en los equipos de ingeniería, una necesidad de “exprimir” la solución hasta el último descuento posible. ¿Cómo?, siendo cada vez más eficiente.
Han surgido así diversos proyectos sustentables que incorporan las mejores tecnologías del mercado para lograr los más altos estándares en materia de reducción del consumo energético y eficiencia. Se trata de iniciativas reconocidas y aplaudidas hasta que algo falla y se vuelve imprescindible recurrir al sistema de respaldo que, por lo general, es contaminante y poco eficiente por definición.
Cuando hablamos de proyectos sustentables probablemente la principal variable –y que muchas veces queda de lado– es la estabilidad en el tiempo de las soluciones incorporadas. En este campo, la naturaleza entrega variados ejemplos y probablemente uno de los más sencillos sean los árboles.
Si un árbol quisiera ser altamente eficiente, no malgastaría su tiempo y energía en cultivar y alimentar todas las semillas que naturalmente genera para la conservación de su especie. Sólo le bastaría alimentar y cuidar una única “súper semilla”. Este único elemento tendría tal potencia que sería capaz de preservar la especie, independiente de dónde caiga o de cuánta agua disponga para su crecimiento. ¿Pero qué pasa cuando sucede lo impensado, algo fuera de su control? Puede ser, por ejemplo, un fuerte racha de viento que la sacó antes de tiempo. En este escenario, el árbol perdió toda su capacidad de conservar la especie porque no supo adaptarse a condiciones extremas o fuera de su control.
Es por esto que la solución de la naturaleza es distinta y son varias las semillas que cuelgan de los árboles. Obviamente, estas no tienen la misma capacidad que tendría una “súper semilla”, pero si el viento las bota siempre quedarán algunas. Esta analogía entrega así una clara definición del concepto de resiliencia: la capacidad de adaptarse a situaciones extremas.
Con este ejemplo en mente, y volviendo a la problemática de la eficiencia energética, vale la pena volver analizar las soluciones que se están incorporando en los proyectos y evaluarlas no solamente por su eficiencia, sino que también por su residencia.
En conclusión, cuando se busca incorporar soluciones que aporten a lograr un proyecto sustentable, no solo hay que hacer un análisis comparativo de las alternativas en condiciones de funcionamiento óptimo. Es esencial considerar que, al igual como pasa en la naturaleza, existen una serie de imponderables o variables que están fuera de nuestro control y que deben ser consideradas en la toma de decisiones.
De este modo, las soluciones más eficientes no necesariamente son las más resilientes. Es necesario hacer un balance entre ambas variables y, de esta manera, tomar las mejores decisiones hacia un desarrollo sustentable.